Manuel Hinds, ex-ministro de Finanças de El Salvador e co-autor do livro Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009), escreve no Instituto Catosobre a conjuntura brasileira - e latino-americana em geral -, observando que Dilma teve a má sorte de assumir o governo em momento de queda da economia, enquanto Lula foi um "sortudo". O sortudo levou o antiamericanismo a ver no Brasil o "novo motor da economia mundial". Ledo engano. É a economia, estúpido:
El Zurdo Gómez, que jugó con los Yankees de New York en los años treintas dijo una vez "prefiero tener suerte que ser bueno". Dicen que Napoleón dijo una vez, hablando de los generales que quería tener en sus ejércitos: "No quiero buenos generales, los quiero con suerte". Seguramente que el ex-presidente Lula y la actual presidente Rousseff de Brasil estarían de acuerdo con estas máximas, aunque uno quedó del lado de los suertudos y la otra del de los sin suerte. Usted sólo tiene que ver la gráfica adjunta para darse cuenta de por qué digo esto.
La gráfica muestra cómo las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil dependen muy ajustadamente de las tasas de cambio de los precios de los productos primarios, que son petróleo, metales, y otros productos sin procesar (lo que la tierra produce sin mucho esfuerzo). Note cómo cuando estos precios suben, el PIB sube, y cuando bajan, éste baja. En la gráfica se muestran 23 años, de 1990 a 2013, pero los datos permiten construir una gráfica desde 1960 que muestra el mismo comportamiento. No los he presentado así porque 53 años se ven muy apretujados en la gráfica.
Así las cosas, los presidentes suertudos de Brasil son los que tienen dentro de su mandato un período de alza en los precios de los productos primarios. Se requiere ser super suertudo para que comience la presidencia cuando los precios comienzan a subir y termine cuando comienzan a bajar permanentemente. Miren lo super, super suertudo que fue Lula, que comenzó en enero de 2003, precisamente cuando comenzaba el gran boom de los productos primarios, y que terminó en 2011, cuando este boom se debilitó y los precios comenzaron a caer. Ciertamente que tuvo la crisis de 2008-2009, cuando cayeron drásticamente los precios de los productos primarios, pero tuvo la enorme suerte de que dichos precios se recuperaran en 2010 para que entregara la presidencia con alto crecimiento otra vez. La gente pensó que Lula era un genio económico, que debido a él había crecido el país, olvidando que todos, todos los presidentes que han tenido la suerte de gozar de precios crecientes de productos primarios han presidido sobre economías también crecientes…y al revés cuando estos precios bajan.
Olvidando esto, la gente en todo el mundo se impresionó. Los que siempre le tienen ojeriza a EE.UU. comenzaron a burlarse de ese país porque no crecía tanto como Brasil y a decir que Brasil iba a ser el nuevo motor de la economía mundial. Los expertos comenzaron a hablar del modelo económico brasileño y la necesidad de copiarlo en todo el mundo.
Pero ahora, después de celebrar la buena suerte de Lula, hay que llorar por la mala suerte de Rousseff, que entró en 2011, exactamente cuando los precios de los productos primarios comenzaban a bajar drásticamente. La pobre Rousseff hizo todo lo posible para continuar el crecimiento de los años de Lula —dejó al mismo Ministro de Hacienda, apoyó las mismas políticas, dio los mismos discursos— pero las tasas de crecimiento de la economía se vinieron hacia abajo. No había nada que ella podría haber hecho porque lo que las tiraban para abajo era la caída de los precios de los productos primarios. Pero la gente, ingrata, no se dio cuenta de la relación con los productos primarios, y hablaba, dándose mucha importancia, de cómo Brasil había perdido su magia, de cómo la Rousseff no había logrado aprender de su maestro.
Con el tiempo, la gente se fue dando cuenta de que en realidad las políticas de Lula no sólo no habían causado el crecimiento sino que habían sido negativas. Brasil hubiera crecido más si no hubiera sido por esas políticas. De allí que Dilma haya cambiado el Ministro de Hacienda para su segundo período. También se dieron cuenta de que el éxito ya pasado del modelo brasileño es imposible de copiar porque fue creado por Dios cuando le dio tantos recursos naturales a Brasil. Lula no puso el oro, ni el hierro, ni el petróleo en la tierra brasileña, ni todo lo que subió de precio y causó el boom de ese país en los años de Lula.
Esto mortifica a los que tienen ojeriza a EE.UU., que creyeron que Brasil iba a volverse más poderoso que ese país, y que Europa. Se van a sentir peor cuando se pregunten: ¿Y por qué suben y bajan los precios de los productos primarios? Vea entonces la gráfica 2. Los precios de los productos primarios suben cuando suben las importaciones de todos los productos de EE.UU., y bajan cuando bajan éstas.
Note que son las importaciones totales de EE.UU., no sólo las de productos primarios. Lo que ha pasado es que las importaciones de EE.UU. crecieron mucho en 2002-2011 (con la crisis en medio), eso aumentó la demanda por productos industriales, muchos de ellos comprados por China, y para llenar esa demanda China compró de América Latina productos primarios, incluyendo de Brasil. Ahora ya las importaciones de EE.UU. ya no crecen tanto, ya nadie compra tantos productos primarios, y los precios de estos están bajando (incluyendo los del petróleo).
Dese cuenta entonces de que el motor de la economía brasileña no era Lula, ni el ministro Mantega, ni el potentísimo Partido de los Trabajadores (que sigue en el poder) sino EE.UU. La gráfica es muy lógica. Lo que mueve la economía internacional es el que compra, no el que vende. Es el que compra el que energiza la economía de los que venden.
Bueno, el sueño romántico de que los países emergentes iban a arrebatarles el poder económico a los países desarrollados sin tener que educarse, sin tener que crear grandes universidades, sin tener que construir sistemas efectivos de salud, sin tener que eliminar la corrupción, se ha terminado.
Si usted ya ha despertado de ese sueño, piense un rato en la mala suerte de la pobre Dilma, mándele sus buenos deseos y sus condolencias por estar del lado malo de la suerte, y ruegue a Dios que algún día las sociedades brasileña, latinoamericanas y por supuesto, la salvadoreña, entiendan que el desarrollo está en la generación de capital humano, y proceda a educar al pueblo, y a asegurarle la salud, y a darle seguridad y buen transporte…esas cosas, no románticos populismos, son las que traerán el desarrollo a nuestro país (y a Brasil, y a toda Latinoamérica también).