El Clarín, 13/11/2010.
Coreia do Sul – La presidenta electa de Brasil Dilma Rousseff admitió que puede devaluar el real. Fue al señalar de manera contundente que la moneda brasileña no puede seguir tan valorizada: “No es bueno para el país. Vamos a tener que mirar cuidadosamente y tomar todas las medidas posibles” para reajustar el cambio en relación al dólar. Dilma, que acompañó al presidente Lula da Silva a la cumbre del G20 en Seúl, sostuvo al conversar con la prensa brasileña que era “malo” llegar a la capital de Corea con el título de moneda más sobrevaluada entre todos los países que participaron de la reunión .
La ex ministra de Lula mostró un perfil diferente de quien todavía es su jefe político. Viajó en el avión con el ministro de Hacienda Guido Mantega, el único prácticamente confirmado en el universo ministerial de la futura presidenta. Ambos comparten una visión “desarrollista” y, desde ese lugar, difieren de las concepciones del actual presidente del Banco Central Henrique Meirelles. Para Dilma, devaluar el real es una prioridad. Y en ese sentido no se diferencia de quien fue su competidor durante el proceso electoral, el ex gobernador paulista José Serra.
Es curioso el distanciamiento del presidente Lula desde el punto de vista conceptual, justo en una reunión donde las dificultades que aparecen con las devaluaciones competitivas estuvieron en el orden del día, precisamente por las medidas que adoptó el presidente Barack Obama y que consistió ni más ni menos que en devaluar el dólar en relación a otras monedas fuertes. Rousseff se vio con el norteamericano, pero no hablaron ni una palabra sobre las diferencias entre ambos países, “Fue un encuentro muy simpático”, dijeron en la delegación brasileña.
Sin embargo, en confesiones a los periodistas brasileños que la seguían en Seúl, más todavía que a Lula, la ex ministra criticó “la devaluación disfrazada” en EE.UU. provocada con una inyección de US$ 600 mil millones. Y sostuvo que el dólar débil significa que “el ajuste norteamericano recae sobre las espaldas de otras economías”. Con todo, primó el pragmatismo de esta señora, elegida por 56% de los votos de su país el 3 de noviembre. Según ella, había una solución ideal: que Washington evitara devaluar el dólar. “Pero nosotros no controlamos la Reserva Federal”, aclaró. De modo que es poco lo que se puede hacer ahora para remediar los desequilibrios. Y ese “poco” es lo que está en las manos de los gobiernos nacionales. Para ella, China hizo lo que debía. Es decir, mantuvo el yuan en estricta relación con el dólar.
Cuando a Dilma le preguntaron qué medidas adoptará para preservar a Brasil del cimbronazo devaluatorio del dólar, respondió: “Hay ciertas medidas que no se confiesan ni siquiera para uno mismo”. Como sea, esa situación plantea diferencias con el presidente saliente y obligará a los socios de Brasil en el Mercosur, especialmente la Argentina, a estar muy alertas a partir del 1º de enero de 2011. Quien ganó posiciones en el nuevo gobierno fue Mantega, a quien Lula preservó en un lugar secundario en el esquema monetario y financiero conducido por el titular del BC Meirelles.
Entre tanto, Lula trató de disimular las críticas veladas en el discurso de Rousseff. Dijo lo que ya había asegurado en otras oportunidades: el tipo de cambio es flexible, lo que quiere decir que “fluctúa para arriba o para abajo”. A su gobierno no le preocupa devaluar el real, sino con conseguir que EE.UU. valorice el dólar.
Mantega, quien se hallaba con el mandatario saliente, marcó exactamente lo contrario. Sostuvo que “son insuficientes” las medidas que ya habían adoptado en Brasil para frenar la caída de la divisa norteamericana frente a la brasileña. “No dieron el resultado que esperábamos”, sostuvo. Y aclaró: “Una cotización de 1,7 real por dólar no es satisfactoria”, advirtiendo que volverá a actuar en breve si no se corrige la situación.